Amanda Hernández: habitar la distancia

 

    Llegas a la casa, dejando atrás la distancia afuera y navegas en el “mar abierto entre el cuarto y la cocina […] La costa entera en sus ventanas (9)”. Te conviertes en un turista vagando por la casa. Conversas con esas cosas (pequeñas) que habitan el tiempo de tu hogar, ese polvo que atestigua que hoy regresaste. Somos lugares para la distancia, el comienzo y el final de las horas que recorren nuestro cuerpo, esa “crudeza del año” que revelan las paredes -como mirarte un día en el espejo y reconocer que has envejecido y corres a escribir un inventario de las cosas que perdiste y una lista para que no se olviden las cosas que quedan-.

            La distancia es un lugar de Amanda Hernández es un libro que debe ir sobre la mesita de noche al acostarse. “El nombre de las cosas depende del lugar desde donde se pronuncien (22)” nos dice la poeta. Ese acto de nombrar es el comienzo de todo. El trayecto arranca desde el pensamiento. Y cuánto hay para contar si tanto es lo que existe. Lo importante lo reconoce Hernández: aceptar que “no todo lo que cabe en el bolsillo me pertenece (7)”. Su distancia es el pensamiento, un lugar donde juegas con las manos, como quien no está seguro en qué emplear la espera.

            Uno de los poemas que más fuerte golpea (tal vez el mejor verbo es acariciar) es 'La casa del vecino'. En esa puerta giratoria entre la gente que parte y regresa al país, el vecino ya no está, abandonó su casa. Curioso resulta que la poeta cuando regresa de su viaje prefiere decir “la casa de mi vecino ya no es (14)”. La ausencia sustituyó a la presencia, lo que ocupa la acera frente a la casa es la basura y el inmueble que dejó la partida. Y una lista que enumera la poeta de cosas que se quedaron atrás. Al regreso de esa puerta, queda ella (quedamos nosotros) con las ruinas de lo olvidado, de lo abandonado. Te quedas tú y todo ese “buffet para las polillas”.

            Pero la distancia no es una calle sin salida. Afortunadamente logra aprender su significado junto a su mamá y su hermana mientras el hermano quita la nieve a uno de los carros. Ese momento de espera se convierte en otro sitio, piensas en el agua, el calor, en el sol que no se asoma lejos del Caribe. Los lugares favoritos, la infancia, los amigos (esos afortunados que reciben casas de campo en sus sueños), el hogar. La poeta nos invita a ser económicos con nuestros recuerdos, sabiendo que a veces las cosas se guardan tan bien “que se olvida(n) a veces por años (17)”. Pero el olvido solo es un descanso de la memoria. Solo basta un nombre para preguntarnos “cuán solos” estamos.  La respuesta puede asomarse leyendo este increíble poemario de Amanda Hernández cuya portada es la reproducción de un grabado de Anais Melero. En la mesita de noche, antes de apagar la luz, podemos hacer un recuento de esas cosas guardadas que cubre el polvo y “encontrar pretextos en los sueños (16)”. Al otro día, la distancia sigue esperando que la habitemos. Pero por ahora, Amanda dice “Hoy me quedo en casa. Mañana salgo (9)”. El otro día es siempre un lugar que habitamos.



Amanda Hernández (San Juan, Puerto Rico, 1990). Poeta, editora y co-directora del proyecto La Impresora. Estudió Literatura y Gestión Cultural en la Universidad de Puerto Rico. Ha publicado de forma independiente los siguientes proyectos: Entre tanto amarillo (2016), el momento de las cosas (2016), las cosas pequeñas (2017), Estrategias Atómicas (2018). En 2019 editó Memoriza: poemas para aprenderse de memoria, un juego de "memory" que al mismo tiempo es una antología de poesía puertorriqueña contemporánea. Su más reciente poemario, La distancia es un lugar, se publicó en 2020 bajo la colección Trabajo de Poesía de La Impresora. 

 Tienda de La Impresora: https://www.etsy.com/es/listing/774146506/la-distancia-es-un-lugar-de-amanda?ref=shop_home_active_9 


 

 


 

Parte de este libro se editó colectivamente durante La Práctica de Beta-Local 2018-2019 y en el Taller de textos facilitado por Xavier Valcárcel y Nicole Cecilia Delgado durante el verano del 2019. El poema "Las cosas pequeñas" fue publicado por primera vez en el 2017 por La Impresora bajo la colección Poemas Sueltos.

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