Este día nunca volverá de Carlos Colón Ruiz

            La palabra sirve para documentar. Es un vehículo que retrata el tiempo y nuestro paso por él; es como una especie de manipulación del tiempo y el espacio. Nos obliga a imaginarnos los pasos del poeta mientras sostenemos una conversación unilateral; lo leemos, lo escuchamos y nos sabemos parte de su recorrido. Diría que la poesía es como mirar una foto panorámica del tiempo; una fotografía… un espejo de los ojos de un poeta que intenta retratar su tiempo y espacio con la esperanza de que veamos (o leamos) lo que intenta decirnos. Y en el silencio de la lectura podemos reconocer el punto de encuentro entre nuestros quehaceres cotidianos y tal vez dar cuenta que no estamos solos cuando nos asaltan las preocupaciones y nuestros miedos más presentes en la vida.  

            Carlos Colón Ruiz es un joven totalmente comprometido con la poesía puertorriqueña y del Caribe. Conozco a Carlos hace algunos años, lo he visto moverse como pulpo por el agua, moviendo sus tentáculos, abrazando el trabajo de muchos poetas a través de publicaciones independientes (como la Editorial Pulpo) y revistas (como Demoliendo Hoteles), compartiendo su tinta a la literatura. Su quehacer cultural y literario es digno de admirar, su entereza y compromiso con la palabra es incuestionable y su trabajo como poeta se evalúa por sí solo. Los que sabemos de su trabajo reconocemos su entusiasmo por la escritura y por la lectura y apostamos a su ímpetu por seguir difundiendo la literatura hispanohablante en la isla y en el Caribe.

            Este día nunca volverá. Es algo que tal vez pensamos cuando se están terminando las horas en la noche y nos vamos preparando para una próxima (y posible) mañana. Ese último instante de soledad al entrar al sueño para repetir el café de todos los días. En este libro se encuentran retratadas tantas cosas que pueblan la cotidianidad: la espera, el amor, la desesperación. Es como si la costumbre del día oscilara entre decenas de emociones abrumadoras. Los poemas de este libro son una colección de sticky notes (como les llama Ivelisse Álvarez) para no olvidar las razones de ciertos agobios y preocupaciones. También aparecen como una radiografía del desasosiego de una generación que se enfrenta a la incertidumbre de vivir en el colapso casi total de un país.

            Los días en este libro parecen ser una espera guardada en la alacena. Una espera agria: el día parece acabarse en la primera taza de café en la mañana. El tiempo es una casa de habitaciones con puertas cerradas. Las horas son territorios inhóspitos que se sobreviven en el trabajo porque el recuerdo no abandona el pensamiento de que le prometiste al perro que regresarías en la tarde. La casa y el trabajo se convierten en lugares casi imposibles de abandonar. Desde esos espacios el poeta no solo es testigo, sino que participa y es parte de su documental poético; hace listado de las cosas que hacen sus vecinos, pero también se anota en esas actividades porque es una parte intrínseca de ese relato. Se reconoce en la humanidad de esos vecinos, en la del conserje y de sus compañeros de trabajo. Son esas miradas que construyen a un sujeto consciente de su alrededor. El poeta resulta otro huésped más, pero con el poder de ver, escuchar, recordar y escribirlo todo en la poesía.

            Hay algo cercano a la contumacia al levantarse en la mañana, prepararse un café, estirar, darse un baño y salir a la misma ruta de todos los días: el regreso. El sol alumbra lo mismo las bendiciones que las calamidades; el calor arropa la tragedia lo mismo que el milagro. Decirle a sus pupilas que no se agobien con tanto miedo y desdén a las proyecciones de la vida es el intento de Carlos. La incertidumbre parece ser inherente a la juventud y este joven decide hacer poesía. Hay un repaso increíble del poeta por su vida -por la vida paralela a los otros puertorriqueños- que retrata y describe la foto como si él fuera un fotógrafo que decidió salirse de la captura porque ya sabe de que se trata la imagen.

 

            A palabras de Carlos, Este día nunca volverá “fue escrito como una serie de poemas que tratan de retratar una imagen de la vida cotidiana […] recientemente renunc a mi trabajo y es algo que estaba planeando desde que escribía el libro, también es un laboratorio a lo que a eso respecta, pues quise capturar esa imagen para seguir a lo que vendrá en la vida. Quizás volver al libro con el tiempo y recordar otro yo. Y es que la poesía de Carlos parece una relación simbiótica pero mutualista. Todos se benefician de la palabra del poeta. Tal vez los poemas pretendan hablar de los desconocidos que suben y bajan en busca de sus respectivos hogares, pero para nosotros no son gente ni quejas desconocidas. Son sentimientos que compartimos en lo cotidiano, las quejas en la fila... o el cariño cuando le hablamos a los perros. Cosas conocidas para cualquier desconocido. Creo que Carlos logró lo que quería y un poco más. Les invito a leer este y sus otros libros de poesía. 

 

 








 

CARLOS A. COLÓN RUIZ (San Sebastián, Puerto Rico. 1997), autor de Hambre nueva (Editorial Pulpo x Atelier d’Escritura, 2019), No quiero escuchar Radiohead (Poema Suelto, La Impresora, 2019) y Visión de carne (El Taller Blanco Ediciones, 2020). Ha publicado en diversas revistas, antologías y blogs en México, Chile, Guatemala, Colombia y Puerto Rico. Sus poemas han sido traducidos al inglés y el italiano. Pertenece a la junta editorial de la Revista Demoliendo Hoteles (demoliendohoteleslit.com). También ha participado en festivales y lecturas en Puerto Rico, Cuba, México y Guatemala

 

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